Necesitamos tu colaboración para que el dragón sea el emblema de la ciudad de Barcelona.
Convivimos con la comunidad más diversa y variada de dragones en todo el mundo: Drakcelona.
Transformados en puro arte, nos vigilan, nos rodean y nos protegen desde tiempos inmemoriales.
La idea de buscar y establecer un referente estético y visual de la ciudad llevó al fotógrafo Josep Martinez (Mtnz') a la búsqueda y captura, por toda la ciudad, de este animal mitológico por excelencia: El dragón.
Así, durante más de 8 años, Mtnz' ha ido capturando todos los dragones de la ciudad de Barcelona que se han cruzado por delante de su cámara. Hoy son casi un millar. Todos diferentes, todos barceloneses. En ningún lugar del mundo el dragón se encuentra con esta profusa variedad.
El resultado es drakcelona, un trabajo ingente y en continuo desarrollo basado en la cuidada edición de una guía de rutas (Drakcelona, ciudad de dragones) y un precioso libro-objeto de arte con referencias literarias universales sobre el dragón y sus localizaciones precisas en formato digital QR (Urbs Dracones). Próximamente estará disponible la ampliación de este trabajo con la revisión e inclusión de los nuevos ejemplares capturados.
Así mismo, el desarrollo de una plataforma app gratuita para dispositivos móviles (iOS y Android, disponible en Apple Store y Play Store) permite localizar en el tejido urbano a cada uno de los dragones incluidos en la aplicación.
Para hacer de ese olvidado y perfecto desconocido hasta ahora, el dragón, el emblema de Barcelona es básica e indispensable la colaboración de todos vosotros.
Las ciudades más importantes del mundo tienen un referente que las identifica perfectamente. Barcelona es una excepción porque dispone de variados iconos, básicamente arquitectónicos, que dispersan esa identificación. Drakcelona es el emblema ideal para que en cualquier rincón del mundo Barcelona sea claramente identificada y objeto de admiración.
La fundación de drakcelona.
Habían acudido desde todos los lugares del mundo. Desde las heladas planicies del Himalaya, desde las faldas del monte Fuji, desde los escarpados acantilados de Irlanda, desde las simas de los volcanes italianos, desde las verdes profundidades de los Cárpatos, desde la jungla vietnamita, desde los bosques de robles centenarios de Inglaterra, desde las selvas esmeraldas del Yucatán, desde las ardientes arenas del desierto del Namib... Hasta los antisociales habitantes de los profundos y azules fiordos noruegos vinieron. Los más antiguos, los australianos, fueron los últimos.
Mas de trescientos ejemplares, representantes de los diferentes linajes supervivientes a la codicia de los hombres, llegaron a la ciudad. Viajando de noche, amparados por la oscuridad, entre nubes y nieblas. Entre el agua de los arroyos y bajo el mar. Por secretos senderos milenarios, atravesando montañas. Algunos, pocos, se aventuraron de día. Crearon alarma y estupor en quienes no se explicaban lo que veían u oían.
Una extraordinaria reunión nunca vista. Durante varios días llegaron.
Esa noche era noche cerrada. Una ténue niebla húmeda y pegadiza, con un ligero olor azufrado, invadía lentamente las calles silenciosas. Demasiado silenciosas y en penumbra. Escuchando atentamente, unos inquietantes ruidos parecían desplazarse por encima de los tejados. Inquietantemente mitigados y viscosos.
Según lo acordado, cada cual se dirigió al lugar asignado. Allí esperarían el momento. Hacia la medianoche todos estaban ya en sus posiciones, esperando. Esperando.
Y la espera se hizo larga. Demasiado larga. Tanto que a algunos se les olvidó para qué habían venido a la ciudad. Tanto que algunos se durmieron entre las piedras de los muros donde se habían ocultado. Tanto que otros se despistaron mirando las Golondrinas atravesar el puerto, repletas de turistas. Tanto que más de uno se mimetizó con el trencadís de los bancos modernistas. Tanto que muchos ya no temían dejarse ver ante los transeúntes, quienes les sonreían sin miedo.
Tanto tiempo había pasado desde su llegada que, al fin, decidieron quedarse en esta maravillosa ciudad que los había acogido con tanta amabilidad. Y tan a gusto se encontraban que decidieron hacerla suya, protegerla y bautizarla con el nombre de Drakcelona, ciudad de dragones.
www.drakcelona.com